AL SERVICIO DEL SEÑOR

Los acólitos constituyen uno de los personajes más queridos y disponibles de nuestra Iglesia. Ellos no sólo dan realce a las celebraciones litúrgicas, sino que hacen cercano el misterio de Jesús para los niños y las niñas, quienes vierten su ilusión y su fe creciente en un servicio bello y necesario en el culto y sobre todo en la Eucaristía. Hacemos nuestras las palabras del Santo Padre al decir que: “en la liturgia son mucho más que simples ayudantes del párroco, son sobre todo servidores de Jesucristo, el Sumo y eterno Sacerdote. Están llamados en particular a ser jóvenes amigos de Jesús, profundizando y cultivando esta amistad con Él”. (Alocución del Santo Padre a los monaguillos, agosto 2001).

 

IMPORTANCIA.

 

Los monaguillos ocupan un puesto preponderante en la liturgia de la iglesia, puede decirse que ocupan el segundo puesto después del celebrante. Todas las miradas de los asistentes convergen hacia el altar, en donde se encuentran el celebrante y los acólitos. De allí la necesidad de su digno comportamiento y presentación en el altar.

 

SIGNIFICADO

 

Ser monaguillo o monaguilla significa estar cerca al altar, compartir más íntimamente la liturgia con el celebrante y el pueblo, ser fecundo en la oración y participación activa y fructuosa de la liturgia y, además, ser alguien que toma conciencia de todo lo sagrado y lo respeta con profunda veneración.

Padre Santo,

desde el día de mi Bautismo

me hiciste hijo tuyo

y me llamaste a formar parte de tu Iglesia.

 

Te doy gracias

porque me das la oportunidad

de servir en el Altar con alegría y dedicación.

 

Ayúdame a crecer en la fe,

para ser ante mis compañeros

un signo claro de tu presencia.

Por Cristo Nuestro Señor.

 

 Amén. 

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